Hace tantos años que se tomó
la medida de adelantar y atrasar una hora el reloj, que yo creo que ya se hace
por inercia. Como fumarse un cigarro o bostezar de aburrimiento o hambre.
Parece mentira que nadie haya caído en que la citada medida
es totalmente absurda. Sólo hace falta saber sumar y restar; es decir, que
hasta un niño podría haberse dado cuenta.
Dicen que adelantar una hora los relojes significará un
ahorro de trescientos millones de euros, el 0,003% del PIB. Eso, en primavera.
En otoño, deciden atrasar la hora que nos habían adelantado.
Digo yo que habrá que restar los trescientos millones de euros, y o yo estoy
tonto, o la diferencia es cero, con lo que mejor que dejaran las cosas como
están de una santa vez.
Nuestro organismo agradecería los reajustes que, cada cinco
meses, tiene que hacer durante varios, pues no es el primer año que me tengo
que levantar antes de tiempo para hacer "mis cosas", con el agravante
de que ya no me duermo, y a ver qué hago yo durante esa hora, porque ni irme al
trabajo puedo ya que me encuentro las puertas cerradas.
Además deberíamos de pensar en cosas que sí tienen importancia, como, por ejemplo, acabar de una vez por todas con el dichoso "año bisiesto" y que siempre le toca al pobre febrero (no me extraña que le apoden "el loco"), ya que hay mucha más gente traumatizada por no cumplir años de lo que nos creemos. Conozco el caso de una señora con sesenta y ocho años que tiene realmente diecisiete, y teníais que ver qué cara pone su padre cada fin de semana que se va de botellón y se pone esas minifaldas.
Pero esa es otra historia…