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27 ene 2019

El roscón de los Reyes



Ya sé que han pasado unas semanas desde la celebración de la fiesta de Reyes. Sin embargo, en la cafetería donde suelo desayunar, aún siguen vendiéndose. Se ve que a la gente todavía le apetece degustar este rico y tradicional bollo.

        A mí también me gusta. Yo soy capaz de comerme uno solo. Un trozo solo, digo. Sin embargo, este año he tenido un percance que me ha  hecho plantearme seguir comiéndolos en los años venideros. 
  
         Resulta que bajé con mi familia a la citada cafetería, y para acompañar al café, nos pedimos un trozo de roscón cada uno. Sabido es que hay una tradición que dice que los roscones llevan una sorpresa, y que a la persona que le toque, debe pagar el roscón. Durante muchos años hemos celebrado éste día en familia, y así hemos actuado cuando alguno tenía la mala suerte de encontrarlo, y la buena de no romperse un diente o una muela al hacerlo.

        Tras acabar el desayuno nos pusimos de pie y enfilamos la puerta del establecimiento. Un dependiente me llamó la atención:

        –¡Pedro, que te vas sin pagarme los desayunos!

        –¿Qué desayunos? –le respondí.

        –Pues los tres que habéis consumido.

        –Ya, pero ¿sabes que hemos pedido roscón?

        –Sí, claro, –dijo el dependiente.

        –Pues eso, que no tenía sorpresa.

        –¿Y?

        –Pues que no tengo por qué pagarlo. Que lo pague el dueño de la cafetería, pero yo no. A ninguno de los tres nos ha salido la sorpresa.

        –¡Pues ya se lo diré al jefe! –dijo mientras me miraba con cara de asombro y movía incrédulo la cabeza hacia los otros dependientes y público que allí se encontraban.

          Y ahí estamos. Cada vez que entro en la cafetería me observan y oigo cuchicheos a mi paso, cosa que mira que me fastidia que, hoy día, la gente no sea coherente con nada. Ni si quiera con las tradiciones.

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3 ene 2019

Libertad coartada


Tenía pensado decir, pero mejor no pienso ni digo. Tenía intención de hacer, pero mejor no lo intento ni lo hago. Tenía ganas de deciros, pero mejor me las quito y me callo.

        Y es que tanta libertad coartada me tiene asustado, pues te puede caer una demanda, una querella, una amenaza, un "quéséyo".


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