Me comentaron unos amigos que
si quería participar en la popular "Carrera
por la vida" para cuidar el corazón. Me dijeron que podría hacerlo
andando simplemente, pero yo me dije: ¡Si andar es bueno para el corazón, mejor
será correr!
Y llegó el día señalado. Tras unos primeros metros
dubitativos, dejé de andar y comencé a correr como un loco perseguido por un
fantasma. Los latidos de mi corazón iban en creciente aumento y sonaba parecido
a un tambor tocado por un indio arapahoe. Acabé echándolo por la boca debido a
los esfuerzos, y dando vueltas y saltos ha entrado antes que yo en la línea de
meta por escasos centímetros, confirmando que correr es bueno para el corazón,
y no tanto para mí.
Mientras tanto, yo permanezco aquí en urgencias, esperando
que a mi corazón acaben de entregarle su trofeo por la victoria y se digne
venir al hospital para que me lo trasplanten, porque si no esto se va a convertir en la carrera de mi muerte.