Me encantan los
ojos de las personas. Sus colores, sus formas, sus expresiones. Es tanta mi
devoción por ellos que hasta los
colecciono. Tengo una habitación en casa llena de ellos.
La gente está un poco horrorizaba cuando
se los enseño, y critican mi desmesurado gusto por semejante colección, motivo
por el cual muchos de mis amigos no quieren venir a mi casa mientras los
conserve.
No dudo que pueda ser un poco singular,
pero empecé con un par de ellos y ahora tengo, exactamente, doscientos veinticuatro,
porque, eso sí, tienen que ser siempre ojos pares.
Todo esto me ha hecho replantearme el
tema, y no quiero seguir aumentando mi colección. De manera que me he deshecho de los cuarenta cuervos que tenía
y que he estado criando desde que eran pequeños.