Hoy 12
de octubre y preocupado como casi todos los españoles por los sucesos acaecidos
en Cataluña, he decidido poner mi granito de arena, además de un poco de
cordura, en este conflicto.
Aprovechando un día tan señalado, me he
bajado al chino de debajo de mi casa y he comprado dos banderas: una de España
y otra de Cataluña con la estelada (porque el chino de mi barrio tiene de todo
lo que busques con tal de vender). Tleinta eulos me ha soplado el muy hijo
de... China.
Me he cogido el autobús hasta el Paseo
de la Castellana portando las dos banderas. La de Cataluña sobre mi hombro
izquierdo y la de España sobre el derecho. Noté muchas miradas hacia mi persona
y varios comentarios que ignoré.
Me dirigía hacia el desfile cuando un
tumulto de gente radical se volvió hacia mí con no muy buenas intenciones. Corrí cuanto pude mientras a mi paso oía varios insultos, pero pisé una de las
banderas y di con mis huesos, todavía sanos, en el suelo. Me han dado hostias hasta en la coronilla, y magullado
como si me hubiese pasado por encima un
camión, he podido llegar a mi casa en un estado lamentable.
Mañana tengo hora para el traumatólogo.
¡A ver cómo le explico yo al galeno que todos los moratones y heridas las tengo
localizadas solo en el lado izquierdo!
Y es que quien me manda a mí enarbolar otra
bandera que no sea la de mi Atleti, porque como dice el dicho «el fútbol es así»
y, por desgracia, los radicales y la política... también.
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