Me
encontré hace unos días con un amigo de la infancia. Se había casado con
aquella niña de clase que tanto persiguió. Un día, su madre, la de la niña, le
dijo: «Cuídame mucho a mi hija porque todo lo que le hagas a ella es como si me
lo estuvieses haciendo a mí».
Se pone rojo como un tomate cada vez que
se encuentra a su suegra, solamente de pensar en las «cosas» que le hace a la
hija, y en cuyos detalles, obviamente, no voy a entrar.