Yo
hace tiempo que prácticamente dejé de mirarme al espejo. Concretamente
desde que me di cuenta de que siempre me encontraba la misma cara. No comprendo
cómo hay gente que se observa tanto, pues no sé qué esperan encontrarse. Lo
raro sería ver cada vez una cara distinta, que eso no ocurre ni en el pueblo de
Belmez.
La cara no cambia tanto de un rato para otro, ni siquiera de
un día para otro. Me atrevería a decir que ni de un mes para otro, salvo que te
la partan. Yo, por eso, me miro en el espejo una vez cada cinco años y siempre
he visto más o menos lo mismo, pero con más edad. Es decir, un envejecimiento
natural y no un rejuvenecimiento artificial. Salvo hace poco, que vi a mi
padre, y fui deteniéndome lentamente en cada arruga, en cada gesto suyo y que
ahora son míos. Entonces pensé en aquel maravilloso ser que se marchó hace ya
demasiados años.
Últimamente cada vez lo veo más a menudo. Lo bueno que tiene
es que puedo hablar con él, preguntarle aquellas cosas que no me atreví o dejé
para otro momento, como darle un beso, un abrazo o simplemente decirle "te
quiero".