Unas
veces al principio y otras al final
no me
acostumbro a la frialdad de tus besos
al
dolor de tu indiferencia
en
contraste con mis abrazos
y mi estupidez.
Y sufro como casi siempre en soledad
por ver que te alejas sin que yo pueda atraerte
hacia mí
y que mis lágrimas se derramen sin saber
evitar
la caída de mi alma.
Pero
lo cierto es que no sé
si
tengo fuerzas para guardar más dolor
y encontrarle
acomodo