Me sucede todos los años. El
mismo mes y el mismo día. El recuerdo que nunca se ha ido aparece con más
fuerza.
Las palabras, que sirven para comunicarnos, así como los
gestos de complicidad, parecen quedarse latentes en el tiempo.
Pero no es verdad, porque, a veces, sobran la palabras. Y
además, entre nosotros, no necesitamos pronunciarlas para que sean escuchadas.
Para decirnos «te quiero».