Dice un cuento que hace muchos
siglos, cuarenta ladrones fueron sorprendidos por Alí Babá, un pobre leñador
que, fruto de su astucia, acabó por robarles todo el oro que escondían en una
cueva que, creo, se abría frotando una especie de mezcla de pasta de nueces,
almendras o piñones con ajonjolí, llamada sésamo. Un descuido de uno de los
ladrones hizo que una de las bolsas que llevaba a caballo se cayese y dejase al
descubierto montones de monedas de oro, lo que dejó estupefacto a Alí Babá.
Hoy día el cuento ha cambiado, además de otras muchas cosas. Otro ladrón, ahora montado en esquíes, también
tuvo un descuido y aparecieron muchos Alís Babás que desenmascararon al resto
de ladrones.
El jefe de la banda cambió la cueva por un palacio, y los
cuarenta ladrones se multiplicaron por miles. En cuanto a la mezcla llamada
sésamo, fue sustituida por otra de nombre vaselina, y que también sirve para
abrir puertas a quien quiera formar parte de tan selecta banda.