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11 sept 2016

Vivir así


Casi nadie elige la forma de vida que quiere o desea. Desde el mismo instante del nacimiento, en el momento en que el cordón umbilical queda interrumpido en el nexo con tu madre, estás programado para que hagas lo que otros quieran.

        En los primeros años de vida ni siquiera te lo vas a plantear, y después se hará aquello que tus padres elijan para ti... salvo que te rebeles. Todos quieren decidir por ti, y yo, harto de la situación, quise ser nadie, y lógicamente tampoco me dejaron.

        A pesar de que en mi época adolescente no había tanto sicólogo como ahora, ­­aunque alguno había procurando lavarte el cerebro para que fueses más y mejor que nadie. ¡Coño! me dije–, mejor que lo que yo quiero ser! y entonces decidí hacerme, además, rebelde autónomo.

        Ni siquiera le comenté a mis padres esa rareza, pues en aquellos tiempos bastante tenía yo con tragar con una paella en mi cara. Sin pollo. El maldito acné me duró dos años, el complejo cinco más y las secuelas toda la vida. Pero finalmente lo superé... y  sin sicólogos.

        Como decía, quise ser nadie. Al menos hasta que lo tuviese claro, porque yo siempre he sido de meditar mucho las cosas, y, o las digo y hago de repente o callo para mucho tiempo. Y, finalmente, me salí con la mía.

      Por eso me sorprendo cada día de todas las cosas que aprendo por mí mismo y que hace años debería haber aprendido, pero es que yo aprendo despacio. Ventajas de ir poco a poco, sin presiones, sin obligaciones, sin intermediarios de inútil y sospechosa reputación. Y también inconvenientes, pues al ser rebelde autónomo pagas un alto precio personal, pero nada comparable con lo caro que resulta convertirse en un clon, un chupa culos, un pelota o un bufón, porque llegar a ser un don nadie es muy difícil y está al alcance de muy pocos. 

        Y yo, para bien o para mal, elegí vivir así.

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