Cuando
contemplo cada atardecer me enamoro de lo bello que es poder sentir y de todo aquello que en ese instante está presente entre los dos.
Mi corazón parece decir: ¡sigue, no te
detengas tú tampoco ahora, pues este atardecer volverá mañana!
Y
volverás a latir igual, distinto, ¡qué más da! Pero estás vivo, pero sigues ahí
contemplando el atardecer, y mañana lo verás nuevamente, distinto, igual.
Y
volverás a sentir
volverás
a querer
volverás
a soñar.
Y volverás
a ver
mañana
amanecer
esperando
impaciente
también
el atardecer.
Y él
te repetirá como hace siempre: no olvides volver mañana a verme, pues
volveremos a hablarnos hasta que llegue la luna, como cada anochecer
quizás
distinto, quizás igual, seguro hermoso,
y te
haré sentir
y te
haré vivir una nueva ilusión
un
nuevo deseo
una
nueva forma de amar
un
nuevo sentimiento
porque
solo soy lo que soy: el atardecer. Aquel que te dice: ¡sigue, no te rindas,
vuelve mañana a verme y te daré lo que necesitas!
Pídeme.
Te daré mis colores, mi hermosura, mis sentimientos más puros, mis ganas de
vivir.
¿Acaso
no es lo que necesitas, acaso no es lo que me has venido a pedir para darle
sentido a tu vida?