El otro día tuve una reunión de trabajo en la oficina. Por parte de mi empresa estábamos mi jefe y yo, y por la del asegurado que nos visitaba, el dueño de la empresa y su administrador financiero.
Hicimos las presentaciones oportunas y nos saludamos
educadamente. Tras darnos la mano nos dispusimos a comenzar la reunión. Después
de exponer y discutir cada uno sus propuestas, dimos por finalizada la misma y,
eso sí... se llevaron menos de lo que esperaban.
Cuando llegué a casa, mi esposa me recibió en la puerta. ¡Lo
hizo sin ninguna cara de asombro al verme que tenía cuatro brazos!
Y es que mi mujer sabe de sobra que cuando me dan la mano, y
con confianza, me cojo hasta el brazo.