Aunque la vida me ofreció la
oportunidad de volverme loco, decidí hacer un brindis amargo y enfrentarme a
ella sin perder sus ojos de vista.
Ni
están más altos los que lo creen, ni más bajos los que lo sospechan. Nos
movemos en la relatividad, y lo que parece ser, casi nunca es cierto.
Antes
que yo, decidieron probar suerte -porque así necesitaban expresarlo-
variopintos personajes que nunca llegaron a conocer la verdadera dimensión de
su arte. De tal manera que no fueron reconocidos en vida, muriendo pobres, quemados,
enfermos, y hasta buscaron en el suicidio una salida a la incomprensión que
encontraron en sus coetáneos.
Muchos
necesitan dar a conocer lo que les inquieta en las entrañas, y lo exponen a los
demás difundiendo aquello en lo que creen.
¿Cuál
es el barómetro que indica si lo que trata de transmitir una persona es vulgar,
malo, bueno, extraordinario, excelente, o lo que es peor, indiferente?
Yo
creo que lo sé. Como lo sabe el pintor, el actor o el escritor, por poner
algunos ejemplos, porque cuando está en su particular escenario (solo ante el
lienzo, ante el público o ante el papel en blanco) es capaz de vibrar, de
emocionarse tras lo que ha sido capaz de hacer.
Lo
demás, como decía la canción, es puro teatro.