El otro día mi mujer me
comentó que tenía que ir a la peluquería. Al hacerle la observación de que ya
estuvo la semana pasada para cortarse el pelo, me contestó que era para que le hicieran el bigote.
¡A mí me gusta como lo tienes! –le dije–. Me contestó sin
palabras. Eso sí, con una bofetada de la que aún no entiendo su significado.