Una de las cosas que siempre me pregunto en cada inicio de año, es algo cuya respuesta no está escrita ni acordada por nadie. Jamás se lo he oído a ningún ser humano.
Nunca he sabido hasta cuando hay que seguir deseando feliz
año nuevo a la persona que te encuentras por primera vez desde el año anterior,
desde que has ingerido la uva número doce.
Se sabe que comienza justo ahí, en ése preciso instante, pero
nadie sabe cuando finaliza ése deseo que dedicamos a los demás. ¿Acaba al día
siguiente? ¿La semana que viene? ¿Tal vez a finales de enero o febrero?
Recuerdo un año en que un vecino me
deseó feliz año nuevo a mediados de marzo, porque decía que aún no me había
visto en el año presente.
Y yo me pregunto ¿Si le deseo feliz año nuevo a una amiga que
tengo, y que nos vemos sólo por su cumpleaños allá por el mes de noviembre,
¿tengo que desearla feliz cumpleaños o feliz año nuevo, y cuál de los dos
primero?
Y es lo que yo digo: no hay nadie que haya establecido una
fecha tope para dar por finalizado tal deseo, y que será más bien un tema de
cordura y de sentido común, pero en este mundo tan alocado y descontrolado,
creo que eso son palabras mayores.
Los que no tienen ese problema, y parecen tenerlo más claro
que nadie son los aragoneses: Allí cada vez que nace un bebé, independientemente
del día del año, sacan a relucir su tozudez mientras que le dedican un ¡Feliz
maño nuevo! al recién nacido.