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17 jul 2017

Inmaduro


Soy un ser inmaduro, lo reconozco. Aunque esto no tiene nada de especial, pues se es inmaduro hasta que mueres, momento previo a convertirte en una pasa. Inmaduro para algunas cosas, porque para otras estoy más pasado que un plátano «pocho», pues a los dieciséis años ya pagaba las nóminas de casi trescientos empleados (confeccionándolas,  cuadrándolas y las repartía en taxi por todo Madrid con el riesgo que aquello conllevaba), me pegaba con los marroquíes negociando sus haberes salvo amenaza de pegarle fuego a la empresa con latas de gasolina en mano, y  mientras mis jefes huían por las puertas falsas de la oficina.

        Y al decir inmaduro no quiero decir que esté en contra de la política del presidente de Venezuela, ni tampoco a favor. Todo lo contrario.


        Por eso lo digo, porque yo de política no entiendo y menos de políticos, pero sí de gente cabreada, humillada y engañada dispuesta a no perder la dignidad y el futuro de sus hijos. Lo digo por eso y para que no se me entienda mal, que luego salen los ocultos diciendo que si tal y que si cual. 

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