Me llaman «el prisas», y es porque siempre voy
corriendo a todos los sitios. Todo lo hago a cien por hora y se me ha pasado la
vida sin apenas enterarme. Hace nada de tiempo tenía siete años y estaba
haciendo la primera comunión.
Ahora, próximo a los sesenta y un años, voy a hacer la
confirmación, pues lo había ido dejando y dejando sin reparar en que no había
vivido un montón de cosas que ya son irrecuperables.
Espero llegar deprisa a todas ellas, no sea que antes llegue a visitarme la parca.