Déjame
madre que te dé un beso, no sea que algún día sea demasiado tarde para poder
hacerlo.
Déjame
madre que peine tus cabellos, que te rodee con mis brazos.
Déjame
madre que te susurre al oído que te quiero, antes de que no puedas distinguir
con tus ojos ni el movimiento de mis labios para que puedas entenderlo.
Déjame
madre que bese tus ojos, antes de que llegue el día en que se apaguen para
siempre.
Déjame
madre acariciar tus manos, aquellas que me limpiaron las lágrimas cuando algo
me atormentaba.
Déjame
madre que llore de pena y tristeza, ahora que empiezo a ver las lagunas que
asoman en tu cabeza, por si llega un atardecer y ya no reconoces quien soy.
Déjame
madre que haga contigo todo aquello que no hice con papá, al que solo le dije
«te quiero» cuando creo que ya ni siquiera pudo oírme antes de partir para
siempre.