Yo, en los años que he vivido
hasta ahora, he presenciado dos milagros: cada vez que nació uno de mis hijos.
Luego también hay otro milagro que se produce a diario, en
cualquier lugar del mundo: la música. Cada vez que una canción o sus sonidos me
hacen emocionarme, ahí se produce un milagro.
Son distintos, sin comparación posible, pero puedo asegurar
que por ellos merece la pena vivir.